Un año convulso sin lugar a dudas, en el que la barbarie siempre presente en el ser humano ha alcanzado limites insospechados y la madre tierra nos ha castigado con su fuerza. Si decidimos repasar acontecimientos es posible que sea la angustia la que nos acompañe en la despedida de este año que se va.
Centrémonos en este país nuestro que ya es bastante; hacía mucho que la política no se convertía en el permanente objeto de conversación de todos nosotros y este año supra-electoral y sus consecuencias han emborronado el día a día provocando mas decepción, enfrentamiento y traiciones de las que podíamos esperar en nuestra “magnífica y consolidada democracia”.
El ascenso lento a la política durante los últimos años de personajes de todas las tendencias con un fin prioritario personal, no con el deseo de mejorar una sociedad en muchos aspectos precaria, ha alcanzado el cenit y con ello ha explosionado la realidad que la sociedad no veía o temía. Las realidades están ahí, son innegables, y la falta de responsabilidad de nuestros políticos, inmersos en peleas cainitas no son precisamente esperanzadoras.
El panorama presente y pasado es negativo, sin más, pero ¿el futuro? Una y mil veces hemos sabido resistir, somos un pueblo con fuerza suficiente y sabremos respetar, asumir y cumplir con todo aquello que nos sirva para afrontar el futuro con esperanza. El Pueblo, con mayúsculas, siempre ha superado a sus falsos líderes.
Vamos pues, todos juntos capaces de trabajar por una sociedad más justa y valiente, que sepa dar respuesta a tanto desmadre institucionalizado, que empuje y fuerce a los que se dicen nuestros representantes a cumplir su deber.
Abriremos la puerta al 2024 con un enorme deseo de mejorar y con él la voluntad de trabajo y lucha, de defensa de los que no saben o no pueden defenderse, de crecer como seres humanos. Marquemos al fuego una palabra ¡ADELANTE!, se lo debemos a los que vienen detrás, el mundo que les dejemos será toda nuestra herencia.
