La falsa victoria del feminismo de los últimos años, una victoria basada en la rabiosa igualdad e incluso la superioridad en ocasiones, está provocando una enorme decepción en una sociedad en la que la frase “no entiendo nada” se está convirtiendo en coletilla coloquial.
Hemos visto y oído machos alfa adorados por sus alardes en defensa de la mujer, de sus derechos, mientras como gallinas cluecas cacareaban a su alrededor gustosas de contar con ellos sin darse cuenta que justo ese protagonismo no era mas que su muestra de poder y superioridad ideológica e incluso mediática.
Las mujeres hemos tenido que demostrar siempre algo, y esa imposición asumida por siglos por la mayoría, no lo ha sido por otras que han sabido luchar, luchar, luchar por vida y con obras, no admitiendo el camino que ellos han querido señalar para sus reivindicaciones, sino trazándolo a puño firme y muchas, muchísimas veces en soledad.
La pierna o las tetas de una mujer no son el origen, la agresión va a su cerebro, a su capacidad de decidir y discernir entre lo que es su individualidad como ser humano y su sexo. No son ya hace tiempo las mujeres objetos parideros de una especie; no son máquinas de un si sumiso; no son locas vociferantes que no analizan más allá del texto de una consigna.
Las mujeres de las generaciones de la lucha ya canean, son las que como un hombre más, codo con codo, mantuvieron en alza la exigencia de unos derechos como ciudadanas sin cupos ni proteccionismos, allí todos a una, por la libertad del ser humano a defender su cuerpo, su inteligencia y su necesario sitio en la sociedad.
Otras generaciones posteriores buscaron mayor protagonismo más intenso si se quiere legalmente en cuanto a la necesaria modificación de leyes obsoletas que disminuían en ellas la capacidad decisión, de libertad de culto a su cuerpo y a su alma; y las nuevas oleadas ¿qué quieren, que esperan?. Nunca el silencio, que es sumisión
Hay un principio olvidado, ellos y nosotras no somos iguales, no lo seremos nunca, por necesidades físicas como principio, aunque no guste. En el cerebro de la mujer está su fuerza, ya es hora de que se den cuenta todos, ellos y sobre todo ellas; hay que estar aun muchos años en lucha, hay que reeducarnos para entender que dos paralelas pueden avanzar siempre como flechas, pero si dejan de serlo y convergen frenan, cortan la trayectoria de la marcha y esa marcha, ese camino no es otro que el de la igualdad completa, segura, firme. Delia Tejedor.