Aún quedan en nuestro pueblos esas puertas dobles que se cierran manteniéndose abiertas, difícil duplicidad sin duda, pero más aún si caemos en la cuenta de una tercera apertura, abajo, casi en el límite del portón, es LA GATERA.
Este verano no hemos tenido serpientes gigantes, no hacían falta las falsas noticias que llenasen los informativos, teníamos Afganistán, fin y principio; fin de una larga sangría de la que preferíamos no saber porque entendíamos en el fondo que serviría para poco, y principio del reconocimiento de un fracaso, fracaso en el intento de dominación que, desde Alejandro Magno o la mas reciente, Rusia, pasando por “tres lanceros bengalíes” ha hecho historia con la vergüenza de otra huida. Una nación no es un país, y Afganistán es un país compuesto por etnias diferentes, tribales, ancladas en el tiempo en sus leyes y costumbres y arraigadas a una tierra imposible que solo ellos dominan.
Occidente ha huido, la imposición de un modo de vida, de una sociedad nueva no ha servido, entro otras cosas porque “el gran líder” aún no ha entendido que imponer siempre tiene camino de vuelta y tiene como contrapeso resistir.
En esa salida atropellada, los que vieron posible el cambio, se han encontrado tirados al vacío, sin defensa de sus vidas y bienes; la puerta de escape, el aeropuerto, era doble, solo una parte abierta a la libertad, con otra fuertemente sujeta con la ira y poder del vencedor, salir, escapar, querer vivir, cosa tan simples de escribir y tan difíciles de lograr para muchos.
“Los nuestros”, divina imaginación que imprime en el cerebro el Mediterráneo, buscaron LA GATERA, y así conocemos que descubierta una alcantarilla que comunicaba el interior del aeropuerto con la zona no vigilada del exterior, el conducto de detritus se convirtió en una gran gatera por la que cientos de seres humanos pudieron alcanzar la seguridad.
Nunca valoramos lo que tenemos, los otros sí nos lo valoran, una capacidad de imaginar en situaciones límite, de inventar, de crear. Ese instinto natural en nuestra gente sin embargo se ve atascado por falta de interés, por desilusión, por negación, en la reacción que deberíamos tener ante la puerta cerrada de nuestro hacer político, de nuestra realidad cotidiana. No nos funciona el chip, no damos una salida imaginativa a este limbo en el que estamos o mejor, en el que nos han encerrado, pero las gateras siempre están ahí, es cuestión de encontrarlas. Habrá que buscar.D