Lo que todos identifican como SUR, no es tal, se trata del cinturón rojo de Madrid; si con detenimiento fijas los puntos clave en el mapa, se podrá comprobar. Una zona en la que el voto no es propicio a la derecha, en la que la falta de inversión sanitaria, cultural y de viviendas sociales esta asumida por muchos como «normal».
Cuando Madrid se quedó atascada en la fase dos, se aireó que era por ser un Comunidad gobernada por el PP, de nada sirvió que se aclarase la causa; falta de médicos y personal sanitario, de rastreadores, de material como respiradores y mascarillas, de centros de atención primaria. La presión fue tan fuerte que el Gobierno aceptó conceder el salto bajo promesa de solución.
Hace cuatro meses de todo aquello y nos encontramos a finales de agosto con el inicio de solución del problema. Tanto el sanitario como el de educación, han quedado retrasados quien sabe por qué causa hasta límites inadmisibles, así hemos podido observar “rebaños” de profesores sin control esperando pasar las pruebas de contagio dos días antes de empezar el curso, o aulas sin adaptar el mismo día de su inicio, profesionales de la sanidad anunciando que la precariedad seguía y el lobo estaba cerca.
Pero centrándonos en el tema sanitario y en el Sur, desde la época de la señora Aguirre, en todas estas zonas se ha ido desmantelando la atención sanitaria con el único fin de dar paso a la privatización de lo que debe ser público. Centros sin acondicionar que terminan cerrando, falta de ocupación de plazas profesionales, precisamente allí donde la concentración de población es mayor, y estos problemas mil veces denunciados han saltado a la luz con la COVID, estaban simplemente tapados, y cuando la emergencia se ha presentado no han podido aguantar la presión.
Es fácil culpar a la población de incumplimientos de las medidas mínimas de precaución contra en contagio, allí y en todo Madrid se incumplen por desgracia, pero de allí, en transporte público abigarrado, sale la mayor parte de la mano de obra no cualificada para dar servicio a toda la ciudad, trabajos poco cualificados, temporales incluso por horas, son lo que algunos llaman barrios obreros (¿acaso no lo son algunas zonas de Chamberí y/o Salamanca?). Y es que es muy fácil juzgar a distancia, cómodamente. Es muy fácil fijar la atención en los grupos sin control en plena calle y plazas, sin pensar que la convivencia en 40 metros de una familia numerosa o en un piso patera, se hace insoportable.
Y si las causas son varias, hay solo una realmente culpable, la mala gestión de la crisis. Cuando la señora Ayuso clausuró con una gran fiesta el Hospital de IFEMA, la oposición miró a otro lado, no quiso saber, pero aquel acto lo que hizo público fue la incompetencia de la Presidenta de la Comunidad; hubiese sido ese el momento u otro cualquiera, que pie ha dado en varias ocasiones, para plantear una moción de censura, ahora ya no, pero nadie quiso hacer frente a la patata caliente del problema y a los ciudadanos se les dejó en manos de un equipo incapaz, con la inutilidad manifiesta por su falta de información permanente incluso a los Ayuntamientos que conforman su territorio de gestión.
Se pidieron delegación de competencias al Gobierno Central. Unas autonomías han sabido gestionar mejor que otras un problema inmenso, y cuando la Comunidad de Madrid se ha ido de control, se clama por la intervención de Moncloa, pero realmente qué es lo que se pide con urgencia al gobierno; pues la fórmula que siempre la derecha ha utilizado para salir al paso de situaciones que no controla, Ayuso necesita las Fuerzas de Seguridad del Estado, para confinar, para reprimir el posible incumplimiento. Ya se sabe, como decía la canción palo fuerte y mano dura.
Delia Tejedor