¿Se trata la actual crisis catalana de un problema de comprensión? Desde un punto de vista de bonhomía política posiblemente sí, pero desde el de interés partidista cualquier alusión a lo que no sea el dogmatismo centralista ya no tanto. Y son quienes defienden esto último los que con su cerrazón totalitaria de nacionalismo dominante e impositivo mas han hecho para el fomento del conflicto territorial, un problema que no es de ahora pero que se muestra actualmente en su cíclica efervescencia mediante la reproducción de situaciones de similar desencuentro. Hoy se impone recordar como ejemplo a no repetir una situación con desarrollo y final mas duro que el actual.
En plena II República -1934- y desde la Generalitat se efectuaba una declaración institucional de la que es este párrafo:
“en nombre del pueblo y del Parlamento, el Gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal Española, y para establecer y fortalecer la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el Gobierno Provisional de la República” (…..) para “edificar una república Federal libre y magnifica”. Quien la hizo fue el President Companys, seguidamente encarcelado junto a todos sus “consellers” y posteriormente, en 1940, nuevamente detenido en Francia y fusilado en España por “separatista”. ¿Propugnar una república federal para todo el Estado que respetara los derechos centenarios de todo un pueblo es separatismo?
No se hablaba de la Confederación, pero su espíritu era similar. La propuesta fue liquidada a cañonazos contra el edificio de la Generalitat. Ni tan siquiera esa nueva nuestra pacifica de la resistencia anticentralista catalana sería entendida, o no interesaba que lo fuese.
Aquel intento no sería el único abortado en la moderna historia catalana en su relación con el estado unitario, sino uno mas en la larga sucesión de desencuentros que hasta nuestros días han ido adoquinando la vía para posteriores situaciones como la que actualmente vivimos. El centralismo sigue sin entender que la dura y multicentenaria acción represiva solo sirve para hacer imposible cualquier relación de convivencia tan solo factible mediante la comprensión y el respeto desde la plena aceptación de la realidad nacional de un pueblo, y esta unicamente sería posible conocerse mediante una libre consulta en la que se planteen las tres opciones posibles: estatuto actual, confederación, o secesión según el modelo escocés o el intentado quebequés.
Mientras que sin miedo y en plena y libre práctica democrática no sea consultada la ciudadanía no podemos ser optimistas. Primero habría que partir del reconocimiento de la diferencia, de la dignidad y de los plenos derechos al autogobierno del pueblo catalán y, seguidamente, recordar que la democracia es una invitación a lo posible desde la libertad. La propuesta carlista, en sus diversas formas de expresión a lo largo de su historia -siempre partiendo del respeto entre la igualdad de la libertad personal y la del pueblo, de la completa dignidad de la nación a que se pertenece- mantiene la defensa de una Confederación que integre y facilite la positiva convivencia de todas las naciones y pueblos peninsulares, y es por ello que la ofrecemos como una posible tercera vía menos traumática que la secesión y superadora del fracasado autonomismo actual. E.