El Tercio de Requetés Virgen de Montserrat tuvo un total de 1985 efectivos, y de ellos 319 muertos y 633 heridos. Hubo de ser reconstituido en dos ocasiones terriblemente diezmado tras ser enviado por los mandos de la sublevación a las actuaciones mas peligrosas en un claro afán de aniquilarlo. Cuando se tomó Barcelona dicha ya legendaria unidad plenamente catalana fue reemplazada por otro tercio, el de San Miguel, aunque fueron los falangistas quienes entraron los primeros. Los sublevados siempre intentaron que lo catalán, lo estrictamente catalán, fuese maginado, ignorado, ocultado, despreciado en definitiva.Y es que desde su creación el Tercio Virgen de Montserrat tenía una clara identidad catalana e ideológicamente un catolicismo motivador esencial para su participación en el golpe militar. Eran claramente antifascistas y esa sería la razón esencial de su voluntariado y de que se intentara por el mando golpista su aniquilamiento “en combate”.
El Partido Carlista jamás ha ignorado y menos aún despreciado a los combatientes del Requeté, y buena prueba de ello fue el homenaje que en el Montejurra del 2006 por un partido que se autodeclaraba socialista, autogestionario y confederal se les tributó, con asistencia destacada de un veterano del tercio catalán, cuyos supervivientes se negarían en su momento a que sus compañeros muertos en combate reposaran en el fascista Valle de los Caídos, razón motivadora del panteón-monumento de Montserrat, en el que explicitamente se eludía cualquier referencia a símbolos e ideología franquistas.
Hoy vemos culminado el revanchismo anticarlista en el que han participado quienes se titulan catalanistas (algunos, como Puigdemont con abuelo requeté en el Montserrat, o Comin nieto, bisnieto y tataranieto de dirigentes carlistas) y, naturalmente, de “socialistas”, siempre anticatalanistas y hasta sospechosos del asesinato en su día de Tomás Caylà, el dirigente carlista que claramente se oponía a la guerra y era partidario de la confederación y de la autodeterminación. Pero nada les importa a los profesionales de la política que han de acreditar mediante la miserable anécdota una legitimidad y coherencia ideológicas de la que carecen. ¿Y la Iglesia?. Su actitud transacional y condescendiente con quienes la desprecian y hasta violan su status consignado en su aún vigente Concordato explican su actual situación al permitir que se desprecien los restos de quienes la defendieron con el supremo sacrificio de sus propias vidas.
Ahora, en fin, hay que esperar la reacción del denominado “Partit Carlí de Catalunya”, ¿harán o dirán algo?. No soy muy optimista. Tal reacción solo puede proceder de una actitud de clara militancia carlista y ¿por qué no decirlo? De tener algo que siempre a sobrado en los militantes: cojones. E. Olcina