Aquella clase media

Hubo un tiempo en que la sociedad se dividía en tres grupos mas o menos delimitados, pobres, clase media y ricos, sin más, y como llegar al escalafón de “ricos” era casi imposible, la esperanza de toda familia estaba basada en pertenecer a ese paraíso intermedio de clase media, dividida a su vez en otros estratos.

Los cambios sociales de los últimos años han revolucionado el “placentero” equilibrio social, los intentos de mejorar el nivel de vida económico de los ciudadanos guiados como borregos a consumir frenéticamente han terminado en pesadilla, hoy la nueva clasificación solo tendría dos apartados, los ricos y muy ricos y los otros, unos han sabido aprovechar la crisis general para sin muchos escrúpulos crecer o introducirse en un mundo al que no pertenecían, los otros solo quieren sobrevivir a la amenaza del paro o la realidad de estar en él, a las deudas acumuladas, a adaptarse a vivir sin la alegría a la que nos habían acostumbrado con las malditas tarjetas bancarias en la mano.

En aquella clase media, hoy a desaparecer, están los autónomos, funcionarios, técnicos cualificados… cuyos ingresos eran fácilmente detectables y controlables; sin conocer los tapujos que los asesores fiscales no deberían aconsejar a sus clientes, solo saben pagar a las arcas publicas la cada vez más exigente crecida de impuestos, y esa “solidaria” aportación va creando un malestar creciente a la vez que el poder adquisitivo baja en caída libre.

Posiblemente en algún sitio debe reunirse de cuando en cuando algún grupo de los innumerables asesores oficiales para comentar la situación del país, se supone que ellos son los que con los pies en la tierra y ojo avizor deben advertir y guiar al gobierno de lo que pasa en la calle, pero una de dos o no saben hacer su trabajo o la ceguera del poder y el cómodo destino no les deja ver.

Aquella clase media ya no está, la bolsa de los ciudadanos sin rumbo  ni dirección, sin saber realmente qué son, qué tienen, donde están, ha crecido  excesivamente, el batiburrillo de parados, desempleados de larga duración, jóvenes sin futuro, jubilados con pensiones de hambre, explotados para mantener un sueldo de miseria como sea y al precio que sea… esa bolsa, más frágil de lo que algunos quisieran, puede llegar un día a reventar por la presión y no habrá mas promesas incumplidas, no habrá falsos sindicatos defensores solo de su cargo que puedan acallar.

El peligro de una sociedad con diferencias abismales hace crecer la radicalización, y la lucha por elevar el nivel de vida de los que mas lo necesitaban, que otro tiempo nos hizo sentir orgullosos de lo alcanzado, se puede convertir en rabia y descontrol, en búsqueda de soluciones radicales que solo pueden llevar a perder todo lo alcanzado para una sociedad que se creía segura y justa y que solo ha sido engañada, manipulada.

Las clases sociales, las castas, las élites, son como las viejas energías, busquemos otras mas limpias, renovables, que hagan de nuestra sociedad un lugar más humano en el que vivir.

 

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